Un drama romántico: Don Álvaro y la fuerza del sino

El drama es uno de los géneros preferidos por los románticos. De hecho, se dice que el estreno en 1835 de Don Álvaro y la fuerza del sino marca el triunfo del Romanticismo en España. Esta obra de Ángel de Saavedra (el Duque de Rivas, 1791-1865) simboliza la lucha del individuo contra las convenciones sociales y el destino.
En esta obra el Duque de Rivas nos presenta a Don Álvaro, caballero enamorado de Leonor, noble sevillana hija del Marqués de Calatrava. Cierta noche, don Álvaro irrumpe en la habitación de Leonor con ánimo de raptarla, pero es sorprendido por el marqués de Calatrava. Accidentalmente, don Álvaro lo mata y, horrorizado huye a Italia. Al cabo de varios años, durante los cuales los jóvenes enamorados han vivido separados, don Álvaro en la guerra, y Leonor, escondida en una ermita, ambos se encuentran, pero el destino les impedirá la realización de su amor.
Don Álvaro es víctima del destino y del rechazo de la sociedad y a lo largo de la obra ninguna de sus acciones puede evitar la desgracia. En el monólogo que vas a leer a continuación el protagonista se encuentra en Italia. Ha pasado más de un año y cree que Leonor ha muerto. Don Álvaro se encuentra en <<una selva en noche muy oscura>> (observa el tenebrismo característico del Romanticismo), buscando la muerte como una forma de suicidio. Puesto que la muerte no viene a él, es él quien va a buscarla en la guerra.
El teatro representa una selva en noche muy oscura. Aparece al fondo Don Álvaro, solo, vestido de capitán de granaderos; Se acerca lentamente y dice con gran agitación:
DON ÁLVARO: (solo)
¡Qué carga tan insufrible
es el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en signo terrible!
¡Qué eternidad tan horrible
la breve vida! Este mundo,
¡qué calabozo profundo,
para el hombre desdichado,
a quién mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
Si nos está concedida
sólo para padecer,
y debe muy breve ser
la del feliz, como en pena
de que su objeto no llena,
¡terrible cosa es nacer!
Al que tranquilo, gozoso,
vive entre aplausos y honores,
y de inocentes amores
apura el cáliz sabroso,
cuando es más fuerte y brioso,
la muerte sus dichas huella,
sus venturas atropella;
y yo, que infelice soy;
yo, que buscándola voy,
no puedo encontrar con ella.
Mas, ¿cómo la he de obtener,
¡ desventurado de mí!,
pues cuando infeliz nací,
nací para envejecer?
Si aquel día de placer
(que uno solo he disfrutado),
fortuna hubiese fijado,
¡Cuán pronto muerte precoz
con su guadaña feroz
mi cuello hubiera segado!
*Imagen: Ilustración de J.L. Pellicer
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