Durante este largo periodo fue desarrollándose el castellano, lengua procedente del latín vulgar que, primero hablada y después escrita se convirtió en la lengua de los reinos cristianos, junto con el gallego y el catalán. Los primeros testimonios escritos en castellano están datados entre los siglos X y XI.
Ejemplo de la convivencia pacífica de las tres culturas (cristianos, judíos y musulmanes) en los reinos peninsulares fue la ciudad de Toledo, con sus barrios mudéjar y judío organizados por sus propios regidores y normas. La escuela de traductores de Toledo, impulsada por Afonso X el Sabio, permitió introducir en Castilla los conocimientos científicos, filosóficos y literarios que ya conocía la cultura andalusí y unirlos a los procedentes de los monasterios.
Entre los primeros textos literarios y autores en castellano son: El Cantar del Mío Cid, Gonzalo de Berceo (Los milagros de Nuestra Señora), el Arcipreste de Hita (El libro del buen amor) o don Juan Manuel (El conde Lucanor).
Uno de los hechos más trascendentales de la cultura de los reinos cristianos fue, sin duda, la creación de nuevas universidades que siguieron a las de Palencia y Salamanca, fundadas a principios del siglo XIII.