Se distinguen varias etapas:
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711-756: se corresponde con la etapa del emirato dependiente de Damasco.
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756-912: Emirato independiente, creado por Abdarramán I, un noble perteneciente a la dinastia omeya que había sido derrocada por los abasíes. Con el emirato independiente Al-Andalus no dependía políticamente del califato, aunque seguía reconociendo la autoridad religiosa de Bagdad. En el año 852, la mayoría de la población de Al-Andalus era musulmana, lo que nos da una idea de las conversiones masivas de los cristianos.
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929-1031: El Califato. Abdarramán III , en el 929, se proclamó califa, es decir, rompió los lazos religiosos con Bagdad y el Norte de África, desde entonces Al-Andalus fue independiente tanto religiosa como políticamente. Córdoba se convirtió en el gran centro cultural y económico de Occidente.
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A partir de 1031 el Califato se disgrega en numerosos reinos de taifas (hasta 29), reinos independientes gobernados por musulmanes de distintas etnias (árabes, bereberes y eslavos, que eran esclavos liberados de raza blanca). Estos pequeños y débiles reinos tuvieron que pagar impuestos, denominados parias, a los reinos cristianos, que, cada vez más poderosos y mejor organizados, avanzaron en la conquista del territorio, llegando hasta Toledo.
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El reino nazarí de Granada (1232-1492). La pervivencia de este pequeño reino dentro de un territorio dominado abrumadoramente por las monarquías cristianas sólo puede explicarse desde la relación de vasallaje que mantuvo con Castilla. El reino musulmán pagaba sus tributos a los castellanos y, como vasallo, estaba obligado a prestar ayuda y consejo. Las luchas intestinas dentro del reino nazarí provocaron la conquista final en el año 1492 por parte de los Reyes Católicos.
Sin embargo, que acabara la presencia musulmana en el gobierno de algún territorio, no significa que la población de religión, tradición y cultura islámicas desapareciera. Desde que se inició la recuperación territorial cristiana, la necesidad de mantener poblados los territorios conquistados, facilitó que los campesinos, artesanos y comerciantes que no formaban parte del entramado administrativo o gubernamental, permanecieran en las tierras donde habían vivido desde varias generaciones, dedicados a sus trabajos habituales, eran los mudéjares, primero, y los moriscos después, cuando se les obligó a bautizarse.