La economía era eminentemente agraria, así pues veremos de qué forma se distribuía la tierra del feudo:

Una parte era explotada directamente por el señor, se trata de la reserva, cuyos trabajadores, los siervos, pertenecían a la tierra y al señor y de él dependían para cualquier acto cotidiano: casarse, viajar... Ellos y sus descendientes formaban parte de herencias, ventas y divisiones de la tierra. Además de trabajar la tierra, algunos siervos desarrollaban labores domésticas en el castillo.
Otra parte, los mansos, eran arrendados a campesinos libres a cambio de una parte de las cosechas. La vinculación de estos campesinos con el feudo era desigual, ya que el vasallaje era controlado por el señor que podía variar a su antojo las relaciones establecidas aunque el vínculo no podía romperse por parte del vasallo. En épocas de cosecha, los campesinos se unían a los siervos para trabajar la reserva señorial.
Una tercera parte la constituían los comunales, zonas de pastos o bosques que podían aprovecharse por los campesinos, de forma libre o, generalmente, a través de impuestos.

Otras actividades productivas como la artesanía o el comercio cayeron en franca regresión. La autosuficiencia de las familias, su escaso poder adquisitivo y su vida austera relegaron los oficios artesanos a las necesidades de castillos y monasteros.

Por otra parte, la política impositiva de los feudos, que cobraban impuestos por atravesar las tierras o cruzar puentes redujeron el comercio a su mínima expresión.